Ni me parece el procedimiento adecuado, ni creo que favorezca la causa de aquellos bomberos que, con razones fundadas y por cauces reglamentarios, han expresado su desacuerdo con la trayectoria y las actitudes de la actual jefatura. Pero tampoco me rasgo las vestiduras ni pongo el grito en el cielo porque algún incontrolado se haya despachado con unas pintadas contra la Jefatura del Speis en las fachadas del Parque de la calle Italia.
Creo que no se debería aprovechar este incidente para desviar la atención por medio de la exageración. Fue precisamente en un tribunal de oposición del Speis donde alguien coló gratuitamente un insulto al presidente del Gobierno y no parecieron indignarse tanto algunos de los que claman hoy exigiendo mano dura. Siendo reprobables los hechos, en este caso, parecen poner de relieve que hay problemas de fondo en el servicio, a los que no se ha prestado la debida atención.
La aparición de pintadas acostumbra a ser, desde la antigüedad, la expresión de la impotencia ante la injusticia o los excesos del poder establecido. En las ruinas de la ciudad romana de Pompeya todavía se pueden leer, dos mil años después, proclamas, más o menos ofensivas, contra el poder, contra los abusos de algún senador o tribuno, contra el recaudador de impuestos y hasta contra algún tabernero que servía vino aguado...nada nuevo bajo el sol.
Los expertos historiadores o arqueólogos, que siempre van más allá de las apariencias, se han servido de esos graffiti para extraer pistas interesantes sobre esa parte de la realidad que suele ocultarse detrás de las crónicas formales de los escribas, a menudo dependientes del poder o encorsetados por las normas.
Coincido con quienes han opinado que hay otros cauces para denunciar cualquier abuso de poder y oponerse a que la arbitrariedad campe a sus anchas. Pero, para que no crezca la sensación de impotencia o la frustración, que son terreno abonado para el conflicto en cualquier organización humana, es preciso que estos cauces inspiren confianza y se muestren eficaces en erradicar esos comportamientos.
Podría ser que alguien tuviera ahora la tentación de centrarse obsesivamente en buscar a los responsables de esta combustión espontánea para saldar cuentas con ellos de modo implacable, en lugar de ahondar en las causas que han crispado tan gravemente al Speis y aportar las soluciones más convenientes. Sería a nuestro juicio abundar en el error. Tanto como esforzarse en ocultar los síntomas y olvidarse de combatir la enfermedad.
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