Hace un año y un día -como las condenas no electorales el PSOE-, recibía uno de los varapalos más grandes de su historia en España. En Alicante se perdió la mitad de sus concejales y en bastiones históricos del PSOE como: Elche que por primera vez en su historia perdía su hegemonía, sin olvidar la localidad de Altea. Hacer un análisis de todo lo que llevo a esta primera debacle electoral es complejo por ello quiero centrarme en la "Spanish Revolution" que durante 7 días tuvo en vilo al mundo. Lo viví en primera persona porque fui a Madrid y estuve en Sol y compartí momentos y situaciones con aquel importante colectivo. Pero, lo que allí, se veía que no era otra cosa que una serie de movimientos de difusión que nada tenían que ver con lo que se publicaban en los informativos diarios. De momento, aparecían: resoluciones; asambleas; declaraciones de prensa...Y, allí la gente hacía bastante con preocuparse de poderse mover de un lado a otro. Además, ocurrían hechos bastante curiosos como que no funcionaban los móviles. Era como si hubiesen conectado inhibidores. Me parece especialmente significativo la heterogeneidad de los participantes y de sus reivindicaciones ¡No son sólo jóvenes! No son sólo parados, es decir, se trataba de un gran grupo de personas que estábamos ante un movimiento que había ido enganchando malestares s acumulados y crecientes en los ciudadanos. En suma, como si se tratara de una catarsis que había eclosionado. Lo que pude ver con mis propios ojos. No era un rechazo de la política. Si no, de los políticos: lo que observé no era precisamente "apoliticismo" sino todo lo contrario. Se trataba de una nueva concepción de la política: más limpia; más eficaz y más representativa de los intereses concretos de la ciudadanía que nos representaba. No es casual que uno de sus muchos eslóganes sea: "no votar a los grandes partidos". Se trataba, sencillamente, que en aquellos momentos eran los que realmente ejercían el poder político y, por tanto, los más claros responsables del malestar ciudadano. La heterogeneidad de sus reivindicaciones hacía difícil calibrar el orden de sus prioridades. Pero es obvio que, esa misma diversidad -la de los participantes-, expresaba la gravedad del asunto y del problema. La falta de representatividad ¡REAL! de los partidos respecto a la de las aspiraciones de la propia gente que despertaron a la dación de un auto de fe. Por eso me parece una falta de respeto que haya dirigentes políticos que digan: ¿las cosas se arreglan votando? Pues el resultado es que no se ha arreglado en absoluto. Aunque los destinatarios básicos sean los partidos. Por lo tanto, el problema abarca a otros instrumentos de representación como el caso de los sindicatos. Unos y otros tendrán que aplicarse el cuento porque de no hacerlo así, puede repercutir en incontroladas consecuencias. Creo que no se trata de darles la razón; sino de asumir que el modelo actual de partidos y su funcionamiento hay que cambiarlos. Es decir, se trata no tanto de paliar los efectos sino de corregir las causas que nos han conducido a una irreversible hecatombe.
martes, mayo 22
Un año y un día
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